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Ferriz
Redacción.- En México, el general Antonio López de Santa Anna se convierte en presidente. Configurará un estado centralista, apoyándose en el ejército y en los conservadores.
Redacción.- En México, el general Antonio López de Santa Anna se convierte en presidente. Configurará un estado centralista, apoyándose en el ejército y en los conservadores.
Después de derrocar a los gobiernos establecidos en 1829 y
1832, en 1834-35 asumió personalmente la presidencia de la República. Carente
de ideas propias, Santa Anna fue un demagogo populista, que empezó gobernando
con los federalistas anticlericales, para aliarse luego con los conservadores,
centralistas y católicos, con los que tenía mayor afinidad.
En 1835 suprimió el régimen federal aplastando por la fuerza
a sus defensores; este refuerzo del centralismo desencadenó la rebelión de
Texas, territorio del extremo noreste de México con fuerte presencia de colonos
anglosajones. Atacó Texas con su ejército, enfrentándose también a los Estados
Unidos, que prestaban apoyo a los rebeldes (1836); pero fue derrotado y hecho
prisionero en San Jacinto, enviado a Washington y liberado por el presidente
Jackson tras entrevistarse con él.
Había perdido así su ya escasa popularidad; pero una
expedición militar francesa contra Veracruz le dio la oportunidad de redimirse
en 1838, rechazando al invasor y recuperando su carisma de héroe nacional
(perdió una pierna en el combate). Aprovechando esa popularidad volvió a
erigirse en dictador en 1841-42; aunque fue obligado a dejar el poder ante la
desastrosa situación económica que provocó su gobierno.
Regresó de su exilio en Cuba al año siguiente, al estallar
el conflicto entre México y Estados Unidos por la anexión a este país de la
antigua provincia mexicana de Texas (independiente desde 1836). Santa Anna, que
se veía a sí mismo como el Napoleón de América, se negó a negociar con Estados
Unidos a pesar de su situación de inferioridad: provocó así la invasión
estadounidense de Veracruz, Jalapa y Puebla (1846). Completamente derrotado,
tuvo que firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848), por el que México
perdió casi la mitad de su territorio (además de Texas, California, Arizona,
Nuevo México, Nevada, Colorado y Utah).
Partió otra vez al exilio, pero regresó en 1853 para
instaurar de nuevo una dictadura conservadora, derrocada por Juárez en 1855. Ya
sin poder político, volvió a México en dos ocasiones: la primera durante la
ocupación francesa y el Imperio de Maximiliano, que le hizo mariscal (también
entonces intentó sin éxito recuperar el poder); y la última en 1874, después de
la muerte de Juárez, para pasar sus últimos años pobre, ciego y olvidado por
todos.
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