¿Por qué tenemos tan malos gobernantes?
Fragmento del libro El Cristo Social de Samael Aun Weor
Quien no sabe gobernarse a sí mismo, no puede gobernar a los
pueblos. Los políticos actuales no saben gobernarse a sí mismos; están llenos
de astucia, egoísmo, odio, codicia, lujuria, celos, envidia, glotonería,
borrachera, etc., etc., etc.
Es absurdo dar el voto para un candidato que no sabe
gobernarse a sí mismo, es estúpido elegir un gobernante que no se sabe gobernar
a sí mismo. Quien no sabe gobernarse a sí mismo, mucho menos puede gobernar a
otros.
Los pueblos han sido víctimas de los gobernantes, han sido
engañados miserablemente, y a nadie podemos culpar a excepción de nosotros
mismos.
Si el individuo es reflexivo, si estudia la conducta del
candidato y ve que este es borracho, glotón, codicioso, mentiroso, fornicario,
lujurioso, adúltero, etc., etc., y no da su voto por él, contribuirá
formidablemente para salvar el mundo.
La masa no es sino una suma de individuos, si los individuos
no eligen a un candidato perverso, la masa no lo elegirá y así nos salvaremos
de los malos gobernantes.
El árbol se conoce por los frutos, tal fruto, tal árbol,
frutos buenos, buen árbol, frutos malos, mal árbol.
Ha llegado la hora de las grandes reflexiones porque vamos
muy mal. El mundo está lleno de dolor y no debemos seguir aumentando el dolor
eligiendo malos gobernantes.
Los pueblos han sido y siguen en verdad siendo engañados por
astutos políticos que lo único que quieren es el placer, el poder y el dinero,
eso es todo.
No debemos dejarnos engañar más por las bonitas promesas y
por los hermosos discursos de los políticos zorros.
Los perversos de la política suelen tener brillantes
intelectos y oculta corrupción moral.
Los candidatos a las altas magistraturas gozan mintiendo,
prometen maravillas y jamás cumplen lo que prometen.
Los funcionarios públicos de esta época tales como Alcaldes,
presidentes municipales, comandantes de policía, jueces, gobernadores, etc.,
están obligados a robar para tener contentos a sus superiores, se venden y lo
que es peor están obligados a venderse para no perder el empleo, esa es la
trágica situación de la justicia humana en esta época.
El juez o el comandante de policía, etc., que no rinde
buenos frutos a sus superiores es expulsado sin consideración alguna.
En estos tiempos todos los jueces con muy raras excepciones,
son comprables, no hay autoridad que por estos tiempos no se deje sobornar, al
funcionario recto y honrado si no lo corren del trabajo, lo clasifican
despectivamente, le ponen un apodo y lo arruinan para que no estorbe.
Desgraciadamente NO PODEMOS QUEJARNOS, o mejor dijéramos no
debemos quejarnos, nosotros mismos elegimos a nuestros gobernantes, cada uno de
nosotros cometió el error de elegir a los malos gobernantes.
Necesitamos comprensión profunda y fuerza de voluntad para
no dejarnos engañar más por esos políticos que son codiciosos, astutos,
lujuriosos, celosos, borrachos, etc., etc., debemos observar, estudiar,
analizar la conducta íntima de aquellos que quieren nuestro voto popular.
El político que no haya disuelto el yo, no tiene
auto-conciencia, es un ciego y un imbécil, y como dicen las sagradas
escrituras: “ciegos guías de ciegos van a parar todos al abismo”.
Debemos elegir al político auto-consciente, al hombre de
conducta recta, al hombre del recto pensar, del recto sentir, y del recto
obrar.
Debemos elegir al hombre que realmente está recorriendo la
senda de la perfección, repito: “por sus frutos los conoceréis”.
Es estúpido, terriblemente estúpido, elegir demonios
intelectuales para que sentados en la silla del poder se den el lujo de
gobernarnos.
Es el colmo del absurdo darle a otro cuchillo para que nos
degüelle; y eso, precisamente eso, es lo que estamos haciendo.
Desgraciadamente hemos sido realmente brutos al dejarnos engañar
por los bonitos discursos y las lindas promesas de los políticos mentirosos y
zorros.
Nosotros mismos hemos levantado nuestros pésimos gobiernos,
cada individuo es culpable de elegir a los tiranos.
Día llegará en que ya no se necesitarán gobiernos, pero
ahora se necesitan porque todavía no sabemos auto-gobernarnos individualmente.
Cuando cada individuo sea un gobierno, cuando cada cual se sepa gobernar a sí
mismo, ya no necesitaremos que nadie nos gobierne, entonces seremos libres.
Disuelto el yo ya no necesitamos de gobiernos, sólo
necesitamos de sabios consejeros idóneos en sus respectivas especialidades, más
cuán lejos estamos de llegar a semejantes alturas.
Donde quiera que haya violencia se necesita la autoridad,
nosotros estamos llenos de violencia y por ello necesitamos autoridad.
Urge acabar con la violencia, es necesario disolver el yo,
necesitamos de eso que se llama comprensión.
Necesitamos ser sinceros con nosotros mismos, necesitamos
descubrir nuestros propios errores y ello solo es posible en convivencia,
realmente la convivencia es un espejo donde el individuo se puede ver de cuerpo
entero, tal como es.
En la convivencia, en sociedad, existe auto-descubrimiento,
auto-revelación, cuando la mente se halla en estado de alerta percepción.
Realmente en convivencia los defectos escondidos afloran, saltan fuera y
entonces los vemos tal cual son en sí mismos.
Analicemos los defectos descubiertos, meditémonos
profundamente en ellos, y así los descubriremos en su origen y en sus
profundidades, la mente tiene muchas profundidades.
Cuando un defecto ha sido descubierto en todos los niveles
de la mente, entonces es claro que se desintegra se reduce a polvo, así vamos
muriendo de instante en instante, así es como se disuelve el YO.
La hora ha llegado en que debemos pensar mejor. El
gobernante que no haya disuelto el yo, es de hecho un demonio perverso aun
cuando sea muy intelectual y elegirlo es, repito: Una estupidez.
Los Políticos astutos dicen siempre: “Mi vida privada es una
cosa y mi vida pública es otra, nadie tiene porque intervenir en mi vida
privada, esta es la evasiva que busca siempre para justificar sus propios
delitos”.
Si a los candidatos a la Primera Magistratura, o a
Gobernadores, etc., no les gusta que la gente se meta en su vida privada,
entonces lo mejor que ellos pueden hacer es no meterse a políticos.
Realmente a nadie tiene que importarle la vida ajena, pero
hay vidas ajenas que inevitablemente debemos examinar, sería y es absurdo no
examinar la vida privada de los candidatos a Gobernantes.
El Candidato que trata, en la casa a la mujer y a los hijos
a palos, con el pueblo será un verdugo, y si es un borracho en su casa
incrementará el vicio en el pueblo, y si roba a sus amigos robará a los
pueblos, y si es lujurioso podrá vender a la misma patria por darle gusto a
cualquier mujer, etc, etc.
El candidato que no sabe gobernar su casa, que no sabe
gobernarse a sí mismo que no sabe gobernar sus hijos y sus criados, tampoco
puede gobernar a un país.
Es manifiestamente absurdo dar el voto por un candidato
desconocido, por un candidato impuesto por las camarillas políticas basándose
en propaganda.
Los hombres de espinazo de goma, los aduladores, los
hipócritas egoístas que rodean a sus candidatos, sólo piensan egoístamente en
sus propios beneficios personales sin importarles absolutamente nada la moral
del candidato que ellos imponen basándose en propaganda.
Así es como los pueblos gimen bajo el talón de los tiranos,
así es como los pueblos se han convertido en víctimas de los perversos.
Ha llegado la hora de las grandes reflexiones. Cada
individuo por sí mismo debe tener el valor de no dejarse convencer por la
propaganda, la masa es una suma de individuos y si el individuo no da el voto,
la masa no dará el voto.
Ante todo, el individuo debe tener el valor de no dar el
voto por un candidato cuya vida privada no se conoce, no debemos nosotros como
individuos pensar en que si los otros dan el voto vamos a quedar aislados,
debemos ser individuos, y pensar como individuos, y tener el valor de no dar el
voto por candidatos cuya moral no se conoce, sin importarnos la manera de
pensar de los demás, porque cada cual es cada cual.
Cada pueblo, cada aldea, cada villorio, sindicato y ciudad,
deben elegir mediante el sistema de voto popular, hombres de reconocida e
intachable moral, para investigar cuidadosamente la vida privada del candidato
a presidente, gobernador, juez, etc., etc., etc.
Los pueblos sólo deben dar su voto por hombres de reconocida
moral, así nos evitamos la desgracia de entregarle el poder a los malvados.
Recordad hombres y pueblos, que en el mundo existen hombres
de brillantísima intelectualidad y palabra convincente, pero ladrones, astutos,
codiciosos, asesinos, etc., etc., etc.
Es absurdo entregarles el poder a los perversos por el sólo
hecho de hablar bonito y hacer magníficas promesas.
Por lo común los candidatos a las altas magistraturas andan
rodeados de pistoleros asalariados, y no tienen inconveniente alguno en mandar
asesinar en secreto a todo aquél que les haga sombra.
Está completamente demostrado que los candidatos a la
primera magistratura no son realmente candidatos del pueblo.
Normalmente las camarillas de los poderosos escogen a los
candidatos y los imponen a base de mucha propaganda.
Los dineros invertidos en dicha propaganda salen
naturalmente como siempre, de la pobre bolsa de las clases sufridas.
Lo más curioso es la forma como se impone a los títeres de
las secretas camarillas poderosas.
Por doquier aparecen efigies de los candidatos con frases de
relumbrón y sentencias que dicen, fulano de tal: “el candidato del pueblo”.
Realmente el pobre pueblo sufrido y explotado miserablemente
ni siquiera conoce al candidato, y si da su voto por él, lo hace presionado y
con el propósito de no perder el trabajo. Cada cual tiene que defender su
empleo y como es natural debe dar su voto por el candidato impuesto basándose
en propaganda.
En casi todos los países del mundo occidental los jefes de
estado son “peleles”, “títeres” controlados por ciertos grupos de millonarios
astutos y codiciosos.
Casi siempre esos grandes jefes de estado tanto en Europa
como en América suelen mandar asesinar en secreto a todos aquellos que les
hacen sombra.
Con infinito dolor sabemos que algunos de esos mandatarios
siendo grandes asesinos han ganado el premio Nóbel de la paz.