Foto: Papa Francisco
TIEMPO DE LECTURA
Por: JOSÉ AYALA LASSO
Después de la renuncia de Benedicto XVI, el mundo católico,
sorprendido por tan inesperada decisión, quedó inmerso en un período de
reflexión y especulaciones con respecto a la sucesión pontifical. Pocas
elecciones suscitan tanto interés mundial como la del Papa, comparable tan solo
con la del presidente de los Estados Unidos. Esto último, a causa de la
importancia geopolítica de la primera potencia económica y militar del mundo.
En el caso del Papa, por la incomparable influencia espiritual y ética que
ejerce, no por presidir el Vaticano -uno de los Estados más pequeños- sino por
dirigir la religión católica y haber representado, durante dos milenios, la voz
de la conciencia universal. ¿Quién se atrevería, en efecto, a negar la
influencia y capacidad orientadora que tiene el Sumo Pontífice en temas de
moral, ética, justicia, igualdad y dignidad humana? Por eso, su elección
interesa a todos. Así quedó demostrado singularmente desde el momento en que
las puertas de la Capilla Sixtina se cerraron para que los cardenales electores
iniciaran sus deliberaciones sin influencias extrañas a la altísima
responsabilidad que debían afrontar.
La multitud reunida en la Plaza de San Pedro recibió con
alegría, bullicio y entusiasmo el humo blanco que anunciaba, a las 19 horas del
miércoles 13 de marzo, que el mundo contaba ya con un nuevo Papa. Largos y
lentos minutos después, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro
vino el esperado anuncio: ¡Habemus Papam! La multitud estalló en aplausos que
se acrecentaron cuando el cardenal Jean Louis Tauran anunció su nombre: Jorge
Mario Bergoglio, primer latinoamericano escogido para dirigir la iglesia
católica, que será conocido como Francisco, elocuente y simbólica evocación de
la humildad, prudencia y fraternidad universal predicadas por el Santo de Asís.
La elección de un latinoamericano para dirigir la iglesia
es, de por sí, la expresión de un cambio significativo, preñado de buenas
nuevas. El cardenal Bergoglio, conservador en temas doctrinales, fue siempre
conocido por sus ideas de avanzada social y su lucha en favor de los pobres. Su
voz supo levantarse -crítica y valiente- contra las decisiones gubernamentales
que desconocían los derechos y la dignidad de los seres humanos. Ya era hora de
que la región del mundo en donde se encuentra el mayor número de católicos
adquiera la posibilidad de dejar su impronta en los trascendentales temas de la
religión.
Las primeras palabras del nuevo Pontífice fueron de
parquedad y profunda significación. Destacó la unión que debe existir entre el
Obispado y el pueblo e invitó a este a recorrer juntos un camino de
fraternidad. Esa ruta estará llena de escollos que el Papa Francisco deberá
vencer en los campos de la fe y la administración. ¡Deseémosle el mejor de los
éxitos!
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