Por Jorge Ramos Ávalos
19 Dic. 2015
Ejercer el periodismo libre en México es, en ocasiones, casi un hecho
heroico. Unos 80 periodistas han sido asesinados en una década. Y muchos más
son reprimidos. Este es el caso de los autores del valiente libro La Casa
Blanca de Peña Nieto.
Los mexicanos siempre habíamos sospechado que nuestros presidentes y ex
presidentes se aprovechaban de sus puestos y de sus contactos para
beneficiarse. Veíamos las casas, los viajes y los lujos pero nunca les pudimos
probar nada. Hasta ahora. La extraordinaria investigación del nuevo libro no
deja dudas sobre el conflicto de interés, la corrupción y la censura en México.
Los autores concluyen, con datos y documentos, que el presidente de
México, Enrique Peña Nieto, y su esposa, Angélica Rivera, obtuvieron una casa
valorada en siete millones de dólares de un contratista del gobierno. Y las
filiales de ese contratista -Grupo Higa- "ganaron más de 8,000 millones de
pesos" (unos 660 millones de dólares), según la investigación, cuando Peña
Nieto fue gobernador del Estado de México. Actualmente tienen contratos por
millones más con el gobierno federal -incluyendo el hangar presidencial, la
carretera Guadalajara-Colima y un gigantesco acueducto.
¿Dónde está el conflicto de interés? Aquí. El contratista se encargó de
construir la casa "sin pedir pago alguno durante casi dos años y
medio", establece el reportaje. "De ese modo, el empresario le
financió a Angélica Rivera una lujosa residencia sin adelanto económico, sin
enganches ni contrato. ¿Qué ciudadano tiene tales beneficios?". Además, la
venta de la casa fue por un valor muy inferior -54 millones de pesos (4.5
millones de dólares del 2012)- al avalúo independiente hecho por los
periodistas.
El investigador del gobierno, Virgilio Andrade, no vio nada raro en su
pesquisa oficial. "Las relaciones no están prohibidas", dijo.
"Se tiene que probar la materialización de los beneficios". ¿Qué más
beneficio, don Virgilio, que pagar menos por una casa, no hacer ningún pago
durante más de dos años y recibir un financiamiento privilegiado? Eso en
cualquier parte del mundo se llama corrupción. (Bueno, quizás en México no).
¿Le dieron una casa al Presidente y a su esposa a cambio de contratos
gubernamentales?, le pregunté a los periodistas Daniel Lizárraga y Sebastián
Barragán, dos de los escritores del libro (junto a Rafael Cabrera e Irving
Huerta). "Sí, ese es el corazón del reportaje", me dijo Daniel.
"Si eso no es un tráfico de influencias ¿ante qué estamos?".
Este no es un problema de percepción, como sugirió el presidente Peña
Nieto. "Estoy consciente y reconozco que estos acontecimientos dieron
lugar a interpretaciones que lastimaron e incluso indignaron a muchos
mexicanos", dijo antes de disculparse. Pero la culpa no es de los
mexicanos que creyeron que había algo podrido. La culpa es del Presidente y de
su esposa.
Lo más indignante de todo, para muchos mexicanos, es que los
periodistas que hicieron la denuncia perdieron su trabajo. La mayor parte del
equipo de Carmen Aristegui -quien firme y honorablemente ha sido la cara pública
y la voz en esta denuncia- fue despedido, con una excusa, de la radiodifusora
donde laboraban. Pero para ellos está claro que se trató de un caso de censura.
¿Hubo censura directa de Los Pinos en este caso? "Yo creo que
sí", me dijo Daniel. "Yo creo que no querían que se supiera de la
existencia de la casa". ¿Los han podido callar? "No", me dijo
Sebastián. "Seguimos trabajando y es probable que haya un relanzamiento
del equipo (de Carmen Aristegui). Pero sí te puedo asegurar que en breve
sacaremos nueva información".
La historia es implacable. Cuando Peña Nieto deje la Presidencia será
recordado por la ventajosa manera en que llegó a Los Pinos, por los estudiantes
desaparecidos de Ayotzinapa, por la escapatoria del Chapo y por una casa que le
quemó la reputación.
México es un país que, en general, odia a sus ex presidentes. Tenemos
razones de sobra. Y la venganza llega cuando dejan el poder. Peña Nieto
entenderá demasiado tarde que no hay nada más triste y solitario que un ex
presidente joven a quien constantemente le recuerden -en la calle, en las redes
sociales, en los lugares públicos- que lo descubrieron en la trampa. Vendió su
reputación por una casa y eso no se puede pintar de blanco.
Posdata: ¿Por qué sigues escribiendo sobre esto?, me preguntan. Bueno,
porque es lo único que podemos hacer desde el extranjero para apoyar a los
periodistas que todos los días se la juegan en México. Aquí está la entrevista
de televisión con los autores del libro
http://bit.ly/1Ic7zYj.