jueves, 10 de mayo de 2012

Un poema a Mamá

Paquito de Salvador Díaz Mirón

Cubierto de jiras, al ábrego hirsutas al par que las mechas crecidas y rubias, el pobre chiquillo se postra en la tumba, y en voz de sollozos revienta y murmura:

“Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva. ¡Qué bien que me acuerdo! La tarde de lluvia; las velas grandotas que olían a curas; y tú en aquel catre tan tiesa, tan muda, tan fría, tan seria, y así tan rechula!

 “Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva. Buscando comida, revuelvo basura. Si pido limosna, la gente me insulta, me agarra la oreja, me dice granuja, y escapo con miedo de que haya denuncia.

“Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva. Los otros muchachos se ríen, se burlan, se meten conmigo, y a poco me acusan de pleito al gendarme que viene a la bulla; y todo, porque ando con tiras y sucias.

“Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva. Me acuesto en rincones solito y a obscuras. De noche, ya sabes, los ruidos me asustan. Los perros divisan espantos y aúllan. Las ratas me muerden, las piedras me punzan.

“Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva. Papá no me quiere. Está donde juzga y riñe a los hombres que tienen la culpa. Si voy a buscarlo, él bota la pluma, se pone muy bravo, me ofrece una tunda.

“Mamá, soy Paquito; no haré travesuras” y un cielo impasible despliega su curva.

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